Sin duda alguna, aunque nos llamen agoreros, vienen malos tiempos para la fiesta de toros.
Y vienen malos no por culpa de los de fuera, sino, y lo que es más importante, por los de dentro, por nosotros mismos.
Este toro lidiado en la temporada 2019 ha sido arrastrado por las mulillas del tiempo en la misma noche de San Silvestre. Y ya brama, muge, pita y reburdea el que ha salido en el 2020 que estrenamos hace unas horas. El toro, incierto, desconocido, como aquellos de antaño que no eran ni vistos ni elegidos en el campo sino echados en la plaza, a riesgo y ventura de sus diestros toreros.
Tanto pedirle al destino que desarrolle la emoción en esos tendidos que cada vez se llenan menos de afición gustosa y entendida y donde en más de una ocasión se afeita y depila un huevo por parte de organizadores con menos atención y atención delicada que la precisa, huérfanos de casi todo, hasta que llegó la Fundación del Toro de Lidia y ha puesto sus esfuerzos con energía para el fomento y protección de la Tauromaquia en todos los sentidos.
Dos personajes aquí han sido claves en cuanto decimos: Victorino Martín, el ganadero y Chapu Apaolaza, el periodista, además de un equipo jurídico conocedor de entresijos y aspectos legales para poner freno a tanto y desaforado ataque sin sentido a la causa de la Tauromaquia.
Para muchos de nosotros, el mundo es mejor con toros que sin ellos. Pero hay que hacerlo unidos, sin cortapisas, valientes y honrados porque la unión hace la fuerza.
Ya suena el clarín y sale al ruedo de la vida ese toro marcado con el número 20 de nuestra amada actividad taurina.
¡Suerte!
Escrito por Jesús López Garañeda
Dibujo: Miguel Ángel Soria